“Las empresas se comprometen siempre a invertir en la mejor tecnología posible. Eso para los ingenieros ambientales es más que bueno, porque mantienes la productividad, crecimiento, el nivel industrial que se traduce en mano de obra y calidad de vida, de forma amigable con el medioambiente”
“Muchos pensaban que era por el ruido o para que no se moje el carbón, pero es para que no haya emisiones de polvo. Uno va pasando el mensaje enseñando a las personas internamente. No es una capacitación técnica formal, sino algo permanente en el mensaje”, afirma la ingeniera ambiental.
Esta motivación por enseñar sobre el propósito medioambiental de las mejoras que se realizan en la planta se mantuvo en el tiempo.
“Cuando llegan empresas contratistas a conectar o instalar algo, les explico para qué sirve, por ejemplo. ‘Este equipo es súper importante, porque nos va a permitir rebajar las emisiones sonoras’.”
Afirma que cada vez más personas conocen cómo funciona la central termoeléctrica y sus estándares medioambientales, lo que se ha sumado a una nueva metodología de relacionamiento con las comunidades bajo estándares internacionales, la cual es considerada un caso de éxito para la creación de valor compartido en lo económico, social y medioambiental para los vecinos y para la compañía. “Los hijos de estas personas, cuando estén en la universidad o tengan su Pyme dirán ‘cuando yo era chica, mi mamá trabajaba con las personas de Bocamina haciendo muebles o una panadería’. Eso es rescatable, porque para más adelante seremos un ejemplo para esas familias”, resalta Valeria.
Rol de la mujer
Durante su estadía en Bocamina, Valeria ha sido testigo del proceso de cambio cultural que ha vivido un rubro considerado históricamente como masculino. Hoy, las mujeres son parte esencial en la operación de la central y tienen un trato igualitario en cuanto a condiciones y oportunidades.
“Los cursos, capacitaciones, charlas y talleres son transversales. No somos muchas mujeres las que estamos acá, pero tenemos colegas muy apoyadores y respetuosos”
“Nosotras somos malas pulgas, pero respetan esa parte, no solo por un tema de género, sino que por el trabajo que hacemos. Son muchas cosas positivas”, indica.
Recuerda que, en la construcción de los domos, del total de personas trabajando en el proyecto -alrededor de 600-, solo tres eran mujeres, y ella era la única en terreno en el área de medio ambiente.
“La jefatura con uno siempre fue igual, destacando lo bueno y aconsejando lo que se podía mejorar en el camino”
Para Valeria, pertenecer a la central es motivo de orgullo por la empresa que hay detrás, pero principalmente por la historia del complejo en Coronel. “Trabajo en una empresa de alto estándar, parte de un holding internacional, que su nombre se repite en todos lados. Estar acá en Bocamina es trabajar en una industria que fue pionera en la generación de energía en la zona. Me ha permitido entender cómo aporta en el sistema interconectado central, conocer el proceso de generación de energía y ver cómo fue avanzando la tecnología para obtener la misma energía, pero de forma limpia y eficiente”, destaca, y agrega: “me siento súper orgullosa. Bocamina es una experiencia de vida”.