Inspirada en las carreras de largo aliento que se desarrollan en todo el mundo, como el Tour de Francia y el Giro de Italia, Gran Fondo Fin del Mundo hizo su cuarta versión inmersa en los cajones montañosos de la Séptima Región del Maule en Chile. Incitando la descentralización y dando una vitrina a los impactantes paisajes de lagunas y montañas de los valles centrales, más de 300 competidores, entre profesionales y amateurs, se propusieron el desafío de ser capaces de terminar esta carrera de alta exigencia.
A pesar del gran esfuerzo físico necesario para finalizar los más de 100 km de ruta en altitud, muchos de ellos son ciclistas que encontraron su pasión por la bicicleta cuando ya estaban sumergidos en la vida laboral. Es el caso de Pedro Olea, quien inició su vida deportiva hace 6 años, cuando vio desde su auto cómo su jefe eludía el tráfico que él atravesaba día a día: “lo vi y fue lo que me motivó a comprar mi primera bicicleta”. Desde entonces se ha convertido en su modo de transporte y en su forma de liberar el estrés del día a día.
Al igual que Pedro, son muchos los competidores que han desarrollado un amor progresivo por la bicicleta, medio de transporte que les ha dado una nueva forma de relacionarse con los paisajes que rodean su rutina y una manera de probar los límites de su estado físico. Otro de los competidores, Gustavo Donoso, pedalea desde que tiene 9 años, por lo que la bicicleta ha sido factor común durante su vida: en su familia todos tienen una y su grupo de amigos más íntimos lo acompañan todos los fines de semana a sus excursiones. “Mi primera bici fue una Mini Caloi de paseo, después pasé a una Cross, con la que hacía saltos extremos con amigos del barrio y hoy tengo una montañera que me sirve para todo”, comenta.
La competencia le hizo honor a su nombre “Fin del Mundo”, dio su largada en el pueblo de Panimávida y tuvo su meta cerca del paso fronterizo Pehuenche, siendo una locación llena de imponentes paisajes naturales y difíciles tramos de recorrido como la Laguna del Maule. Fueron 131 km donde la mayor parte del trayecto fue escalando las montañas de la Cordillera de los Andes hasta casi llegar a la línea limítrofe entre Chile y Argentina. Un recorrido lleno de emociones y esfuerzo físico y mental para los competidores, “estuvo dura, fuerte y entretenida. El frío me traía mal, pero la disfruté mucho, sobre todo el paisaje que era hermoso”, comenta Cristopher Cancino, participante de la carrera.
Esto es lo que Gran Fondo Fin del Mundo les entrega a sus asistentes en cada versión, con la ayuda de auspicios de empresas, como Enel, que promueven la vida deportiva y la reducción de la huella de carbono, es una oportunidad para competir de forma sana y estrechar los lazos con la comunidad “cicletera” de Chile, la que día a día incrementa los números en sus filas y las ganas de conquistar nuevas rutas sobre dos ruedas.